La creatividad ha sido objeto de muchas investigaciones y teorías, no en vano es una de las habilidades que nos ha hecho evolucionar como especie. Basta con pararse a pensar que hubiera sido de nosotros si a uno de nuestros antepasados no se le hubiera ocurrido frotar dos piedras o dos palos para descubrir el inicio de una chispa que se podía convertir en fuego y servir para cocinar, calentar, etc.
La creatividad se ha conceptualizado desde el punto de vista del genio creativo, como una cualidad especial de algunas personas, como un proceso cognitivo de ciertas características, como un deseo innato de las personas de expresar parte del yo, como un resultado de la colaboración entre personas, o como un conjunto de técnicas. Sin embargo, la creatividad es todo eso y mucho más, y sobre todo es un fenómeno multidimensional, holístico y sistémico en el que se interrelacionan el pensamiento, emociones, acciones, relaciones interpersonales, percepciones, culturas, contextos… Esta nuevo enfoque de la creatividad más amplio, integral, global y que pretende ir más allá se conoce como metacreatividad. Este enfoque incluye lo mental, lo emocional, lo corporal, lo espiritual, lo social y lo eco sistémico.
Como señala Manuela Romo la creatividad está en más sitios que en la mente de una persona y para su adecuada comprensión debe buscarse en todos esos sitios.La creatividad abarca y afecta a todas las áreas y facetas de la experiencia humana dentro de su ecosistema de desarrollo.
Comprender en toda su dimensión el fenómeno de la creatividad es vital para potenciar la misma en el nivel individual, grupal y social. La complejidad, incertidumbre, volatilidad y ambigüedad que gobiernan el mundo de hoy hacen cada vez más necesario ser creativos, aportar soluciones rápidas, ideas nuevas, combinaciones no imaginables. Necesitamos comprender como se estimula la creatividad, cómo aparece, cómo se expresa, cuál es su propósito, su aplicabilidad, y cómo nos afecta evolutiva y socialmente.
En el concepto de metacreatividad también está presente la búsqueda del “para que”, de la necesidad de su existencia, la indagación de su valor, contribución y aportación a la humanidad. Muchos son los que piensan, entre los que me incluyo, que la creatividad es una herramienta para el desarrollo de las personas y la mejora de la sociedad. A esta idea responde el movimiento de la metacreatividad. Si cada vez somos más lo que desarrollamos una mayor conciencia creativa, nos convertimos en creadores, y luchamos por tener una una vida creativa , más podremos contagiar a otros con nuestro ejemplos e ir polinizando todas las esferas humanas y sociales con nuestra energía creativa y contribuir entre todos a construir una mejor sociedad. Los cambios y desafíos que plantean la digitalización, la robótica, la inteligencia artificial, la globalización, la interculturalidad, el cambio climático, las migraciones masivas, necesitan de personas y sociedades creativas.
La creatividad está en nuestra esencia humana. Todos somos creativos en diferentes sentidos, niveles, capacidades y potencialidades y todos tenemos el derecho-deber de desarrollar ese potencial creativo. Nuestra creatividad está en constante interacción con el entorno, emerge, se bloquea, se expande, se retrae, evolucionando con él. Somos responsables de desarrollar y usar nuestra creatividad a imagen y semejanza del mundo que queremos vivir. Como dice David Asensio «la creatividad es un bien común… está en todos los rincones», tenemos que saber captarla, aprovecharla, cultivarla y compartirla.
La creatividad es un potencial de nuestra conciencia, está presente en todas las personas y evoluciona a medida que nuestra conciencia capta la necesidad de adaptarse a las nuevas demandas del entorno. El mundo cambia y con él nuestra conciencia y nuestra creatividad. Pensemos por ejemplo en la aparición del enfoque centrado en la experiencia del cliente como una cadena causal cambio entorno-cambio conciencia-cambio creatividad. Internet ha supuesto que una amplio espectro de personas en todo el mundo tengan acceso a una información antes inimaginable. Es más, la hiperconexión e interacción que posibilita la red de redes han hecho posible que el consumidor/usuario haya ido adquiriendo más peso y poder, no solo en las decisiones de compra sino incluso en las de diseño y fabricación. Esto ha supuesto una toma de conciencia por parte de quieres dirigen las empresas de la necesidad de adaptarse a las necesidades, peticiones y experiencias de los clientes. A partir de aquí han surgido todo un abanico de técnicas, herramientas, aplicaciones, desarrollo de habilidades (como la empatía), que se han puesto al servicio de la creatividad para desarrollar nuevas formas de captar las necesidades del cliente y responder a ellas.
Es posible que tiempo atrás la creatividad se concibiera en un nivel más simple de complejidad centrado en el sujeto creador, la persona que tiene la idea y la convierte en un resultado. De ahí evolucionó a un segundo nivel poniendo el foco en el grupo social, ajustando el acto creativo a los intereses de ciertos colectivos con características comunes. Ahora ya existen planteamientos de un concepto más transcendental de la creatividad, donde se contempla su valor para el conjunto de la sociedad, para la humanidad. Vivimos en la era de la complejidad por lo que no es extraño que la creatividad adquiera una mirada transdisciplinar, enriqueciéndose con la integración de aportaciones de distintas disciplinas (psicología, pedagogía, filosofía, sociología, neurociencia, física), y entablando una relación y conversación constante con el contexto en el que debe emerger.
Hoy en día la creatividad no puede limitarse a enfoques simplistas, a un puñado de técnicas, tiene que ir más allá. Es probablemente uno de nuestros recursos más valiosos, no se agota con su uso. Una nueva idea, como puede ser una receta de cocina, un programa informático, una vacuna o un algoritmo se usan una y otra vez desde que se crean, sin que su uso las agote. Es más, se expanden, se renuevan, se actualizan, mejoran. Las capacidad de generar ideas define nuestros limites como humanos, como ya señalo Paul Romer: no estamos limitados por la escasez de recursos, los problemas demográficos, las catástrofes naturales, nos limita nuestra incapacidad de crear nuevas soluciones. A las personas les es indiferente que exista carbón, petróleo, papel, lo que verdaderamente les importa es poder calentarse, moverse o almacenar información. Es la creación de nuevas formas de satisfacer las necesidades humanas la que nos asegura nuestra supervivencia como especie, la que nos hace evolucionar. Es la fusión del ser creador, con el acto creativo y el contexto donde crear la que permite expandir nuestros horizontes individuales y sociales.
Como apunto hace años Richard Florida la clase creativa es el motor del desarrollo porque fomenta un entorno personal y profesional abierto y dinámico, que atrae a más gente creativa, así como a empresas y capital. Los territorios deben concentrarse en captar la atención del talento creativo, atraerlo y crear el ecosistema necesario para que puedan llevar la creatividad más allá. Este será el recurso más valioso en el que invertir para generar riqueza, por encima de construir centros comerciales, crear grandes infraestructuras, museos, estadios, etc.
No te quedes atrás, comienza a pensar en clave metacreativa. Si lideras una organización o un territorio invierte esfuerzos y recursos en desarrollar estos 6 ejes que llevan la creatividad más allá, expandiendo nuestras posibilidades de desarrollo:
1.- Identificar el potencial creativo
2.- Favorecer y dinamizar los procesos creativos invirtiendo en la educación y aprendizaje de la creatividad
3.- Desarrollar y potenciar la creativad colaboradora
4.- Diseñar y construir entornos que propicien la creatividad
5.- Activar las palancas que impulsan la creatividad
6.- Desarrollar prácticas que sostengan una cultura y una clase creativa
Si tu organización quiere sumarse al movimiento de la metacreatividad podemos acompañarte.